John Locke es el padre de la filosofía anglosajona moderna. Fue amigo de nobles y consejero de importantes personas que lo escuchaban con atención. También mostró interés por la educación.
Fue uno de los primeros pensadores que, con gran clarividencia, se ocupó del tema y algunas de sus reflexiones tuvieron una enorme influencia en el planteamiento político de su tiempo.
Locke escribió en el siglo XVII —ya terminado el Renacimiento—, al inicio de un turbulento período de guerras religiosas y comerciales, antes de que se produjeran las grandes transformaciones de la modernidad que comenzaron, en el siglo XVIII , con las revoluciones americana y francesa.
La obra de Locke se estableció en ese momento crucial. Como casi todos los filósofos anglosajones —como ya he tenido oportunidad de señalar—, su obra está muy orientada a la práctica. Se basa en la teoría, es verdad, ocupándose de poner en claro nociones básicas como espacio, duración, infinitud, relación, sustancia y otras, pero está orientada a obtener conclusiones prácticas, a influir en las conductas políticas, científicas, sociales y educativas. En otras palabras, Locke desarrolló su actividad en muchos campos, siempre con el objetivo puesto en los logros prácticos de la reflexión.