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(1855) La epidemias de Cólera

El mal del Ganges en Valdeverdeja

Se ha considerado que la peste, el cólera, el paludismo, la fiebre amarilla, la viruela  o la gripe han sido algunas de las patologías infecciosas más devastadoras para el ser humano. Los procesos infecciosos, son los responsables, según indica Iruzubieta “ de la mayor parte de la mortalidad total a lo largo de la historia de la humanidad hasta la década de los años 50 del siglo XX , momento en el que la tendencia cambió de rumbo, con un mayor protagonismo de los procesos crónicos asociados a una mayor esperanza de vida y a la acción de nuevos factores etiológicos” . España no escapó a esta calamitosa realidad social. Valdeverdeja, tampoco. Así, desde la terrible Peste Negra de 1348 hasta el mortífero contagio de Gripe en 1918, españoles y verdejos recibieron, durante siglos, la visita cíclica de “tormentas” epidémicas que dejaron un trágico rastro en su fluir demográfico.

El mal del Ganges en Valdeverdeja

​     La primera epidemia de que nos haremos eco es la del cólera morbo asiático, enfermedad endémica que desde antiguo castigaba Asia, sobre todo las orillas del río Ganges, en la India. Para su análisis nos serviremos de los documentos del archivo parroquial, especialmente los libros sacramentales de difuntos, al no conservarse los registros de los Cabildos ni las Juntas de Sanidad municipales anteriores al siglo XX .

     Parece ser que la epidemia de cólera que afectó a los verdejos en el verano de 1855, entró en España a través de varios enfermos que transportaba un vapor procedente de La Habana que desembarcó en el puerto de Vigo en noviembre de 1853. La enfermedad se extendió por las cuatro provincias gallegas, invadiendo el resto de España en la primavera de 1854, aunque a Valdeverdeja no llegará hasta el año siguiente. El 26 de  julio se entierran varios verdejos a consecuencia del cólera. No obstante, en las anotaciones parroquiales y, probablemente, para evitar el pánico entre la población, no se registra la muerte por cólera, sino con otro diagnóstico menos alarmante: “gastro entero colitis con sintomas”. Síntomas de cólera, claro está. Pero se evita escribir la fatal palabra. Quizá la ocultación inicial de víctimas se debiese también al desconocimiento de la mecánica de la enfermedad por parte de los facultativos que ejercían en el municipio, ya que en fechas inmediatas anteriores a estos fallecimientos, observamos asientos de defunciones debidas a “gastro enteritis aguda, enteritis crónica...” y similares. Circunstancia que nos conduce a pensar en la posibilidad de que algunos difuntos padeciesen Colerina, diarrea considerada previa o precursora del cólera epidémico y, también, como una forma atenuada del mismo, pudiendo haber sido entendida por los médicos como un mero proceso estomacal .

El día 15 de agosto había cincuenta pueblos de la provincia de Toledo víctimas de la epidemia, además de la capital, aunque llegarían a ser 97 los municipios afectados. La localidad más atacada era —en relación al número de habitantes— Valdeverdeja, en la que se contabilizaron 488 enfermos del 4 al 20 de agosto , de los que fallecerán, según  hemos comprobado en los asientos parroquiales, 195 infectados. Siendo 253 vecinos en total los que perecerán durante el mes de agosto. El día 9 de dicho mes fue el momento más trágico del proceso de la enfermedad, con 45 óbitos ese mismo día. Tal era la desolación que mostraba el párroco al anotar las muertes, que en el margen del asiento de defunciones escribirá: “Dia fatalisimo”. También hubo días de 13, 15, 16, 17... fallecidos. Desde que tomaron tierra los primeros cuerpos en julio, hasta finales de septiembre en que la enfermedad comienza su declive, la villa será un incesante circular de cadáveres hacia el cementerio. Todos. Párvulos y adultos. Vecinos y transeúntes. Ricos y pobres. Todos conocerán el efecto devastador e inevitable de la muerte. Resulta fácil imaginar las reacciones de pánico que suscitaría tan crecido número de víctimas en un escenario social como la Valdeverdeja de mediados del siglo XIX . Parecía que Dios llamaba a juicio a toda la población. La muerte no sólo afectaba al hombre como individuo. Era una muerte social que afligía a toda la comunidad, marcándola física y anímicamente. No debe olvidarse que murieron cientos de personas en el periodo que la enfermedad estuvo activa. Jesús Rodríguez Moreno señala que fueron 350 las personas fallecidas en Valdeverdeja en 1855, frente a las 137 de 1852 o las 95 de 1856. La diferencia de defunciones respecto al año en que se padeció el cólera muestra la catástrofe demográfica sufrida por la villa. 

En un principio, las víctimas fueron sepultadas en el camposanto habilitado a tal efecto en la ermita de los Santos Mártires. Pronto, el espacio del antiguo santuario se mostró insuficiente ante la calamitosa situación, por lo que el Ayuntamiento y la Junta de Sanidad asignaron un nuevo lugar de enterramiento en el llamado Prado de la Dehesa, al sur de la población, que empezaría a acoger cadáveres el 9 de agosto, el día de mayor letalidad de la enfermedad. Más tarde sería convertido en cementerio, bendecido y cerrado para evitar profanaciones, usos irreverentes del mismo y la entrada de animales carroñeros. Años más tarde  los verdejos sufrirían de nuevo varios brotes aislados de cólera: en 1864 originando 192 muertes; en 1869 con 207 fallecidos; en 1883 siendo responsable de la mayor parte de los 240 óbitos acaecidos y de los 207 de 1889, aunque nunca alcanzarían la virulencia del primero.

Texto original: EPIDEMIAS Revista Aguazarca nº 12 (2013)

Esperanza Martín Montes

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