Los mercaderes fenicios y griegos propagan por el mundo la calidad del bronce tartesio, la valía de su plata, el fulgor de su oro. El brillo de los metales de Tarteso resplandece en el Mediterráneo y los poetas y cronistas helenos alientan el encantamiento. Hablan de Argantonio, del esplendor que alcanzó bajo su potestad el reino.
La literatura clásica registra la memoria de Tarteso y la hechiza con su lenguaje mítico. La fantasía se desborda, invadiendo los dominios de la historia, y la ficción se abigarra con la verdad en la letras de los manuscritos. Los ecos de Tarteso resuenan en los mundos de los sueños.
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