El “oficio” de los amigos de lo ajeno es tan antiguo como la humanidad. Y Valdeverdeja no pudo escapar a los quehaceres de estos afanosos profesionales. Nos referimos a los dos robos sacrílegos que en pocos meses sufrió la iglesia de su patrón, san Blas, a finales del siglo XIX .
El primero tuvo lugar en la mañana del sábado 19 de diciembre de 1885, mientras el sacerdote, don José Florentino Pesado, decía misa mayor. En esta ocasión fue dinero en efectivo, mas de 14.000 reales, circunstancia que parece sugerir que el ladrón debía ser conocedor de dónde se guardaban los caudales de la parroquia. Se detuvo a un sospechoso que terminaría siendo absuelto y, “por consiguiente, lo robado quedó robado”, se lamentaría el abatido párroco.
Unos meses más tarde, en la noche del 27 de octubre de 1886, se quebrantaron las cerraduras de la iglesia y los malhechores se hicieron con un cuantioso botín de objetos litúrgicos. Será el propio cura quien nos descubra en sus cuentas de fábrica las alhajas y ornamentos sagrados desvalijados:
- Un cáliz con su patena y cucharilla, y el pie de otro. Todo de plata. Valorados en 2.250 reales.
- Las dos coronas de la Virgen y el Niño del Rosario, ambas de plata y de un trabajo extraordinario. 2.600 reales.
- El Manto de la misma Virgen y el Niño bordado con hilo de oro y a realce que servia para el día de las Candelas. 2.200 reales.
- El Arco de la misma Virgen que circundaba la imagen con rayos de plata. 1.000 reales.
- El copón de metal blanco que estaba en el Sagrario. 280 reales.
- Una Custodia de metal blanco que estaba puesta en el pie del cáliz. 320 reales.
- La cajita de administrar los enfermos con su crucecita. Todo de plata. 320 reales.
- Un relicario pequeño de plata. 40 reales.
El valor total de lo sustraído ascendía a 9.010 reales. El preste, que continuaba siendo don José Florentino Pesado, refería de nuevo con gran consternación que los autores “de tan horrible sacrilegio” se llevaron “hasta las sagradas formas” y gracias “que no pudieron llevarse más”. El 14 de enero de 1887 repara en que también le sustrajeron “la cubierta o sea el cielo del dosel que había de terciopelo carmesí que tenía en el medio bordado un escudo con hilo de oro”.
Nunca se supo quienes fueron los responsables de sendos robos, como era de esperar. En la visita pastoral del Obispo de Ávila, don Ramón Fernández de Piérola, a Valdeverdeja el 27 de octubre de 1888, es decir, dos años después del último expolio, recomendaba que “en vista de los continuos robos sacrílegos, que se verificaban en las iglesias, entre las que desgraciadamente se encuentra la de esta villa”, el párroco verdejo tuviera “el más exquisito cuidado en la custodia de los ornamentos y alhajas” que aún conservaba. Y es que, los ladrones todavía seguían campando a sus anchas.
El alto valor comercial de las obras de arte religioso, explica que siempre hayan sido uno de los objetivos más codiciados entre los delincuentes de Guante Sacro. Y cuando Dios es el dinero...ya se sabe.
Folleto de Fiestas de la Confraternidad de Valdeverdeja Agosto de 2015
Esperanza Martín Montes
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