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Tercera cultura

“Cultura” es una de esas palabras que todo el mundo conoce pero que requiere reconsideración periódica, cultura es aprender del constantemente cambio, en algunos lugares el cambio es más dinámico que en otros.

"Cultura podemos describirla como “conjunto de conocimientos que permite a alguien el desarrollar su juicio crítico”, muchas veces está peleada con su otra acepción, que habla de modos de vida, costumbres, y  grado de desarrollo.

"Cultura" podemos definirla en tres grandes bloques, y estamos entrando en el tercero de ellos.

  • La Primera Cultura sería la del misticismo, la de la superstición, la de los albores del “concepto religioso”. Esta etapa estaría dominada por respuestas, a las grandes incógnitas (¿qué soy? ¿dónde estoy? ¿por qué pasa lo que pasa?), basadas en asunciones como dioses, espíritus, el más allá, etc. Esto era, efectivamente, el límite del conocimiento que comenzó con homosapiens, y perdura aún hoy. Como cualquier meme, es involucionista y conservador.
  • La Segunda Cultura podría definirse como la “era de los intelectuales literarios”, especialmente activos en el Siglo XIX, que ofrecieron respuestas a las preguntas de siempre, basándose en pseudociencia y en un alarmantemente hiperinflado sentido de su propio saber e inteligencia. Sin embargo, estos “intelectuales” sufrían de los mismos rasgos conservadores que sus antecesores en que no estaban dispuestos a tolerar discrepancias, se sentían poseedores de verdades absolutas, y siguen muy presentes y muy activos hoy en ciertas culturas como la española en el entorno de la política, la educación, las costumbres y en otros ámbitos cotidianos.
  • La Tercera Cultura representaría la “Era de la Ciencia”. Difiere de las otras por un simple rasgo "no acepta verdades absolutas". Esto no significa que no acepte verdades funcionales, puntos de partida desde donde poder progresar y avanzar en el desarrollo del juicio crítico. Se evidencia en la creciente aceptación del saber científicas y de humanistas seculares que abren mundos posibilistas hacia todos los rincones culturales: la tecnología, las artes, la educación, la misma convivencia humana, la protección del entorno natural, a veces con verdades realmente incómodas pero ausentes de intereses pecuniarios o espurios.


El cine ha llevado a la gran pantalla muchas películas en las que se tratan temas relacionados con el mundo de la educación. La idea es recopilar cortometrajes para educar en valores. Con ellos se pretende estimular  el aprendizaje reflexionando sobre la amistad, la solidaridad, el trabajo en equipo, el respeto a los demás…


 

Los siete pecados capitales son una clasificación de los vicios mencionados en las primeras enseñanzas del cristianismo para educar a sus seguidores acerca de la moral cristiana.


 

La educación no crea al hombre, les ayuda a crearse a sí mismo. Educar es formar a las personas para ser libres,  es evitar el adoctrinamiento que minusvalora el libre albedrío, que inhibe su capacidad critica y le trasmite valores esperando solo la obediencia.


La ciencia y el pensamiento crítico acostumbran a estar ausentes de los debates cotidianos en nuestro vida. Prescindir de las aportaciones e interrogantes científicos es una merma incuestionable si lo que se pretenden es comprender los temas que nos conciernen.

Sin la ciencia, por poner unos ejemplo, conceptos sobre la violencia,  la educación, se sostienen en ideologías, modas o prejuicios. Es necesario que en nuestros debates cotidianos haya un punto de apoyo, el que ofrece  el conocimiento científico


Desde los primeros pasos ETA cometió actos bárbaros, al nacionalismo moderado le repudiaba moralmente pero consideraban a sus autores compatriotas descarriados, su preocupación que nadie piense "el germen de la violencia está en el nacionalismo".

Un terrorista dijo "eramos unos chavales que caímos en la violencia y creamos un monstruo, mis escrúpulos por mala conciencia me llevaron al confesionario, el cura me dijo que él perdonaría todas las veces que yo matara".

Otro cuenta algo que le llamó la atención, entre la poca lectura de la cárcel, disponíamos de las obras completas de José Antonio Primo de Rivera, al leerla me dí cuenta que su ideario "si cambiaba la palabra Euskadi por España no lo diferenciaba del mio".